Cuando hablamos de horsemanship, la mayoría piensa en la habilidad de montar o manejar un caballo con destreza. Pero para quienes llevamos toda una vida entre caballos, esta definición se queda corta. El horsemanship auténtico no se mide por la técnica, sino por la calidad de la relación con el caballo.
Más allá de la equitación, el horsemanship es una forma de vida, una filosofía basada en el respeto mutuo, la empatía y la observación profunda. No se trata de dominar al caballo, sino de conectar con él, de comprender su lenguaje, sus tiempos, su emocionalidad. Es una conversación continua sin palabras, donde cada gesto, cada silencio y cada paso cuenta.
Desde niño, aprendí que un caballo no se gana por la fuerza, sino por la confianza. Con el tiempo, ese aprendizaje se convirtió en convicción. Hoy, con más de 70 años junto a estos animales y décadas dedicadas a la formación, sé que el horsemanship real comienza donde termina el ego y empieza la escucha.
En un mundo que muchas veces busca el rendimiento por encima de la relación, el horsemanship consciente se levanta como una alternativa ética, profunda y transformadora.
El horsemanship tiene raíces tan antiguas como la historia de la humanidad. Desde las primeras civilizaciones que domesticaron caballos para el transporte y la guerra, hasta las escuelas clásicas de equitación, la relación humano-caballo ha sido central en nuestro desarrollo.
Durante siglos, el foco estuvo en el control. La técnica, la obediencia y la fuerza marcaron muchas de las prácticas tradicionales. Sin embargo, a lo largo del tiempo, surgieron corrientes que comenzaron a cuestionar esa visión. Nombres como Xenofonte en la Antigua Grecia ya hablaban de la necesidad de comprensión y armonía con el animal.
En el siglo XX, con el auge de la doma natural, se abrió paso una nueva mirada: la del horseman que busca colaborar, no someter. En lugar de imponer, propone. En lugar de corregir, observa.
En mi trayectoria, he sido testigo directo de este cambio. Como vocal de la Federación Catalana de Hípica, trabajé durante años para impulsar prácticas más humanas, basadas en el conocimiento de la etología equina y en la educación emocional del jinete. Porque si hay algo que el horsemanship me ha enseñado es que el caballo no cambia si tú no cambias primero.
El horsemanship moderno se construye sobre tres pilares fundamentales: el respeto, la comunicación y la confianza. Lejos de ser conceptos abstractos, estos elementos son prácticos y observables en cada interacción.
🔸Respeto significa reconocer al caballo como un ser con emociones, miedos y voluntad propia. No es una herramienta, es un compañero. Un ser sensible que percibe mucho más de lo que creemos. Trabajar desde el respeto implica conocer sus límites, darle voz y espacio, y construir desde ahí.
🔸Comunicación en el horsemanship es un diálogo constante. Usamos el cuerpo, la energía, la intención. Aprendemos su lenguaje corporal y enseñamos el nuestro. No hay imposición, hay negociación. Lo fascinante es descubrir que cuando tú eres claro, el caballo responde.
🔸Confianza es el fruto de todo lo anterior. No se exige, se gana. Y se puede perder en segundos si uno no actúa con coherencia. Es una construcción mutua, donde cada sesión, cada contacto, suma o resta.
En mis sesiones de formación con líderes, coaches y terapeutas, siempre digo que el caballo es un espejo emocional. Si no hay coherencia interna, el animal lo detecta. La confianza empieza cuando dejamos de fingir y empezamos a ser auténticos. El caballo lo sabe. Siempre lo sabe.
Uno de los enfoques que más ha transformado mi forma de trabajar es la doma holística, un método que integra la ciencia de la etología equina con la intuición y la conciencia emocional. No es una moda ni un eslogan: es una manera profunda de entender la naturaleza del caballo.
La etología equina nos brinda herramientas para leer las señales del caballo, interpretar sus expresiones, entender sus reacciones y necesidades. Gracias a este enfoque, dejamos de asumir y empezamos a comprender.
La doma holística va un paso más allá: no se queda en lo conductual, sino que busca trabajar con el caballo en todos sus niveles —físico, emocional, energético—. Utiliza técnicas que respetan su estructura social, su sensibilidad, su necesidad de movimiento y de seguridad.
He tenido la oportunidad de formar parte de la European Association of Horse Assisted Education (EAHAE), donde se promueve una visión integral del caballo como aliado educativo y terapéutico. Y puedo decir, sin dudarlo, que cuando aplicamos estas herramientas, los resultados no solo son visibles: son transformadores.
La doma holística no busca adiestrar, busca dialogar. Y en ese diálogo, ambos —jinete y caballo— crecemos.
La ciencia ha empezado a explicar lo que muchos horsemen intuyen desde hace siglos: la conexión con el caballo tiene una base neurológica y emocional profunda.
La neurociencia demuestra que tanto caballos como humanos compartimos mecanismos de resonancia emocional. Es decir, cuando tú cambias tu estado interno, el caballo lo percibe y responde. Esto explica por qué algunos entrenadores parecen "mágicos": no es magia, es regulación emocional.
Durante mis años formando profesionales en universidades como la de Girona y Barcelona, he integrado estos conocimientos para enseñar cómo la atención plena, la respiración y la conciencia corporal impactan en la relación con el caballo. Porque no se trata solo de qué haces, sino desde dónde lo haces.
El horsemanship consciente implica trabajar contigo mismo. Tus pensamientos, tus emociones, tu energía. El caballo te da un feedback inmediato, sin filtros. Te dice si estás presente o no, si estás en coherencia o no. Y eso es lo más valioso de este camino: te obliga a crecer, a sanar, a liderar desde dentro.
Uno de los mayores regalos que me ha dado el horsemanship es descubrir cómo los caballos pueden ser poderosos catalizadores del desarrollo humano. No exagero cuando digo que el caballo puede cambiarte la vida.
En el ámbito del coaching asistido con caballos, el animal actúa como un espejo emocional. No juzga, no interpreta, simplemente refleja tu estado interno. Si estás tenso, desconectado o incoherente, lo notarás en su reacción. Si estás presente, abierto y auténtico, se acercará con confianza.
He tenido el privilegio de formar a coaches, terapeutas y líderes en el uso del caballo como herramienta de transformación. Y siempre les digo lo mismo: “El caballo no miente. Si algo no funciona en tu liderazgo, él te lo va a mostrar”.
Estas experiencias no solo impactan a nivel individual. También transforman equipos, organizaciones, relaciones familiares. Porque al trabajar con el caballo, te confrontas contigo mismo de una manera tan clara que no puedes evitar cambiar.
No es casual que tantos profesionales del desarrollo humano se estén volcando al trabajo asistido con caballos. La potencia de este enfoque es incuestionable. Y lo mejor: es profundamente respetuoso, tanto con la persona como con el animal.
Una de las grandes enseñanzas de mi recorrido es que el horsemanship no tiene edad, género, condición física ni fronteras. Es un lenguaje universal que puede ser aprendido por cualquier persona dispuesta a escuchar.
Durante años, he trabajado como monitor de actividades ecuestres para invidentes, acreditado por la ONCE. Ver a una persona ciega montar con confianza y conexión, sentir al caballo, guiarlo desde la percepción profunda… es una lección de humildad para cualquier jinete.
También he impulsado programas de formación accesibles, enfocados en acercar la equitación consciente a colectivos diversos. Porque montar no es solo para la élite. La conexión con el caballo es un derecho emocional que todos deberíamos poder experimentar.
Además, en el proyecto Caballos y Excelencia, que fundé con el objetivo de elevar el vínculo humano-caballo en el mundo hispano, hemos demostrado que la inclusión y la calidad no están reñidas. Al contrario, se potencian mutuamente.
El verdadero horsemanship se construye desde la empatía y la inclusión. No desde la exclusividad.
Si todo esto resuena contigo y te preguntas cómo empezar, te doy algunas claves que he aprendido a lo largo de más de siete décadas con caballos:
Busca un enfoque respetuoso. No todos los centros ecuestres practican horsemanship real. Investiga, observa cómo tratan al caballo, cómo enseñan, qué valores promueven.
Olvida la prisa. El horsemanship es un camino largo, profundo y transformador. No se trata de "saber montar rápido", sino de construir una relación verdadera.
Aprende a observar. El caballo te habla todo el tiempo con su cuerpo. Aprender su lenguaje corporal es el primer paso para comunicarte de verdad.
Trabaja en ti. Tu estado interno es tu principal herramienta. La calma, la coherencia, la autenticidad… todo eso se entrena. Y el caballo te ayuda a lograrlo.
Rodéate de buenos referentes. Profesionales con experiencia, ética y vocación. Personas que realmente vivan lo que enseñan.
Como formador y jinete, puedo asegurarte que el horsemanship consciente cambia vidas. No es solo montar: es reencontrarte contigo a través del caballo.
Vivimos un momento fascinante. La ciencia está validando lo que muchos hemos vivido desde la experiencia: que el caballo es un ser profundamente sensible, capaz de establecer vínculos emocionales reales.
Al mismo tiempo, crece una comunidad global que apuesta por una equitación más ética, consciente y conectada. Espacios como la EAHAE, revistas especializadas, universidades y proyectos independientes están haciendo visible una nueva forma de estar con el caballo.
El horsemanship del futuro será, sin duda, más integral: combinará neurociencia, etología, desarrollo personal, pedagogía y espiritualidad. No como una moda, sino como una necesidad evolutiva.
Yo, desde mi experiencia y edad, lo veo con entusiasmo. Porque significa que las nuevas generaciones podrán crecer con caballos desde un lugar más sano, más consciente, más humano.
Y eso, créeme, es el mejor legado que podemos dejar.
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